martes, 10 de noviembre de 2009

¿Quién se ha robado mi pizza?

Barrio Antiguo, ya el colmo

En el Barrio Antiguo de una Monterrey que rápidamente pasó de ser de las ciudades más seguras de Latinoamérica, a ser una de las más inseguras del mundo, se alternan la sobreabundancia de policías y hasta militares patrullando, con una ausencia total de vigilancia, en particular en el cruce de calles que registra el mayor número de incidentes: Padre Mier y Diego de Montemayor.
Noche del sábado. Poco después de pasar tres vehículos del ejército, con casi todos sus soldados apuntando los fusiles, como se debe, hacia arriba, excepto uno apuntando a la gente (vaya a saber quién instruyó a ese inepto; NO NECESITAMOS INTIMIDACIONES DE NADIE), en momentos en que policías motorizados, en bicicleta o a pie no se veía uno solo, tuvieron lugar dos peleas y, lo insólito: dos chicas llegaron a la referida esquina, una de ellas quejándose de haber sido despojada de la pizza que acababa de comprar en el Café Iguana. No se trataba de una porción, sino de una pizza entera. Unos muchachos fueron en busca del individuo, al que la chica no pudo describir cómo era; difícil encontrarlo en esas condiciones, y cualquiera que casualmente llevara una pizza podría recibir una paliza.
A los pocos minutos, la bellísima chica volvió a pasar por esa esquina con su amiga, llevando una caja de pizza, pero no era la sustraída: había ido a comprar otra y estaba llorando. Ese momento fue el COLMO de lo que está pasando en este barrio, y marcó el ACABOSE, esto NO VA MÁS; es EL PRINCIPIO DEL FIN para la marginalidad que estuvo apoderándose del ámbito, provocando que mucha gente deje de frecuentarlo. Y provocando que esta nota sea escrita porque HA LLEGADO LA HORA DE RECUPERAR LO QUE HA SIDO INVADIDO.

Causas y consecuencias

Algo VA A TENER QUE HACERSE AL RESPECTO, o seguirán cerrando locales (como Bar Río, Kokoloco, San Pedro Antiguo, Uma, Tequilarte, El Cuartel de Villa, Café Paraíso -luego reabierto- La Casona, La Casa Amarilla, Mamba Azul, La Martina, el afrancesado que le siguió y no duró; El Color de los Sueños-Under, Elepe, Pícame!, Café Negro, Groovy, ABC, el piso superior del Wayé, y el declive de El Zócalo. Y no todo es por el asunto de la crisis económica y los narcos.
Por supuesto que los invasores no son concientes de serlo o, si algunos lo son, no les importa: cumplen el típico papel parasitario de acabar con los recursos de donde llegan a instalarse y, cuando todo queda devastado, se van en busca de otro ámbito donde repetir el patrón de comportamiento.
"Yo era cliente de ahí y lo arruinaron llenándolo de nacos con esa mierda de música", le gritó un treintañero bien vestido que iba con dos chicas refinadas, a uno con letrero publicitando a un antro en La Esquina de los Conflictos. En ella subsiste desde hace varios años, a duras penas, un telescopio pretendiendo aportar un mínimo de nivel cultural en el lugar que debería ser adecuado (por la esencia del barrio), pero que se tornó inadecuado, por lo que hace rato que allí dejó de sonar el violín que aportaba un toque de distinción, y cuyo ejecutor, al proponérsele regresar para que volviera a efectuar tal aporte, contestó: "El barrio merece morir". Pero lo que merece es un violinista, porque no hay que confundir barrio con usurpadores.

La realidad del asunto

Diversidad y tolerancia son una cosa; irresponsabilidad es otra, y ser responsables exige SELECTIVIDAD en una ciudad cosmopolita donde al turismo internacional de los hoteles céntricos les pueda ser ofrecido un paseo por un barrio presentable, y no vergonzosamente RECOMENDABLE PARA NO SER VISITADO NI POR ASOMO.
La exigencia de ser selectivos con lo que el barrio debe ofrecer (sistemáticamente REGLAMENTADO, con una REUBICACIÓN FUERA DEL BARRIO, de lo que no encaje en la línea cultural que se demarque), puede basarse en la simplificación de la problemática actual observando esta fórmula: cumbias villeras + reggaetón + cerveza barata + no cover = gente de una clase socioeconómica y una urbanidad a grado de ordinariez que ahuyentó a gente de otra clase y que ahora que arruinó al barrio, ha empezado a desaparecer también. Así resumidas las causas del problema, no es tan difícil proponer la solución.

"De eso no se hable"

Quien se atreva a publicar en la prensa que ESTO ES ASÍ, será acusado de etnofobia, elitismo, fascismo; por lo que la falsa moralidad ésa de la "no discriminación" sólo está haciéndole el caldo gordo a lacras urbanas que, así, tienen carta blanca para infestar los espacios de esparcimiento nocturno sin que nadie les ponga un alto. Con otra clase de música y otros precios de acceso y bebida, no habría necesidad de cerrarles el paso, porque con eso se van a ir solitos. Eso sí, con rumbo a lugares que sean abiertos en una zona de reubicación para los empresarios que no han estado entendiendo que esto no es el San Bernabé II.
"El barrio se tiene que acabar, para que se vaya toda esta gente que llegó, y empezar otra vez, con la que había antes", dijo un señor de una tienda de abarrotes de la zona. "Estuve en Cumbres con gente de ahí que dice que ya no va más al barrio por todos esos nacos que hay. En el Centrito Valle escuché lo mismo", comentó un treintañero de Villa de Santiago. Otro de la misma edad, que fuera de los socios del ex-Gárgolas, hoy Clandestino, ahora empresario de promociones de eventos y representaciones artísticas, sostiene que "ir al barrio no es divertido, la gente no va a divertirse, va nada más a tomar y a drogarse porque no se sabe divertir, y porque la mayoría de los dueños de los locales no saben hacer que la gente se divierta. En el Halloween la gente andaba poco alcoholizada porque se estaba divirtiendo por las calles". Y tras los destellos de la fiesta pagana de los disfraces, cuando se iban todos, "el último, que apague la luz". Y a la semana siguiente, todo se mantuvo en la oscuridad de las semanas anteriores. Hablando en sentido figurado, claro; porque hablando literalmente, habría que referirse a esos focos de luz blanca que pusieron en los faroles: si acaso se pretendió que fueran algo así como reflectores carcelarios para hacer más visibles a los transeuntes, no solamente son ineficaces a tal fin, sino que le han quitado a las calles el encanto de las luces amarillentas, más acordes con la arquitectura antigua; algo que será necesario reponer.
El Barrio Antiguo agoniza. Calles semidesérticas y locales casi vacíos en jueves y viernes, y los sábados con una cuarta parte de la gente que era habitual, son el más acabado DESASTRE. Por lo pronto, si compran pizza ahí, cómansela rápido.

Claudio Omar Rodríguez
Monterrey, 9 de noviembre de 2009

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